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Desvelo in Matria:

Matria viene de la palabra Mater, en Latín Madre. Se apareja al complemento genérico Pater, latín Padre, del cual proviene Patria.

Para acercarnos a este nombre debemos entender la Matria como esta nueva concepción del espacio que nos acoge y nos cría, no es una Madre Patria, sino una Matria. Es la Matriz que nos convoca como mujeres en este mundo. Independiente de nuestras tendencias, espirituales, sexuales, políticas, tenemos un origen matríztico que buscamos al hacer danzar el vientre.

En sus inicios la danza del parto, danza de la fertilidad, o danza de la hipnosis fue un ritual para conectar a las mujeres desde su centro más vital, el vientre. En muchas culturas la mujer se vio opacada por el patriarcado, por lo que el núcleo femenino ha debido buscar herramientas para emanciparse, o lograr tener influencia en el otro dominante, sin dejar de hacer creer al grupo masculino que ellos tenían el poder. Por ello se han considerado hechiceras, mujeres malditas o fatales, pues la sensualidad que irradia el vientre fértil de una mujer ha provocado el deseo y el odio de muchos hombres.

Para muchos la danza del vientre es simple sensualidad. Y lo es. Es eso y muchísimo más. Pero claro que conlleva un despertar de sentidos y deseos, pues la mujer en conexión con su vientre es un ser en extremo atractivo e inentendible para otro ser. Pero también puede ser un motor para la fertilidad de los deseos en mi vida, y puede ser una flor que fertiliza mi paz interior, mi belleza y mi equilibrio. También puede ser pasión avasalladora cual huracán sin sentido. Puede ser el canal para desviar la energía que nos daña, y puede ser la terapia para encontrarme nuevamente. Puede ser el rito para endulzar la concepción de un hijo o hija, o puede ser el amor bello entre dos amigas.

La femineidad lésbica inquieta a quienes las definen fuera del concepto “real” de mujer, pero sabemos que es una de las tantas formas de ser mujer que surgen en este mundo, y es imprescindible lograr ese momento en que ya no sea consigna de lucha la búsqueda de un espacio digno del lesbianismo en la sociedad. La feminidad masculina también inquieta, sobretodo al propio hombre que la conoce. Para muchos es un secreto, para otros es una virtud que complementa su virilidad, o tal vez una consigna de sensibilidad y estética para la homosexualidad.

La idea es liberarse de la concepción peyorativa que contienen muchos de los conceptos manejados aquí. Para ello debemos desvelarnos, dejar de combatir con nuestros velos y danzar con ellos, lanzarlos lejos, ir a buscarlos, manejarlos, observarlos, cuidarlos, pero no divinizarlos, rebelarnos contra ellos, pero no asesinarlos. Convivir con los velos sin dejar que te oculten ni que te absorban, que no sean tu cruz ni tu bandera de lucha, si no tu motivación para moverte.

De la misma manera queremos quitarles el velo a nuestros espectadores, ese velo que los hace pensar que deben seguir siendo lo que son, desvelar la idea de que fuimos construidos por nuestra sociedad y debemos estar en ella, con ella o contra ella, danzar con los velos que veíamos como motivo de furia, apoderarse del ritmo y del poder en sí, ser más que yo misma y más que el poder, más que un género y que un concepto. Dejar atrás la clasificación, aunar ideas, fusionar y mezclar, experimentar con el todo, el caos y el orden, la contracción y la distensión, el dharma (lo mejor que sé hacer, mi aporte) y el karma (lo peor que he hecho, mi herida) ¡liberarla!, el bienmal, desarmar las polaridades y volver a ellas. Ser desde el cuerpo, ser desde el alma, ser desde la mente y desde el cosmos un mismo desvelo in matria.

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